martes, 16 de marzo de 2021

LDS FUCILAZOS DE MAGDALENA FERNÁNDEZ

El Museo de Arte Moderno "Jesús Soto" inauguró en su Sala Múltiple, la exposición de Magdalena. Fernández, domingo, al mediodía, primero de junio de 1997. Me fue imposible asistir, pero lo hice el domingo siguiente pensando a despecho en la ventaja de que mejor aprecia una obra el espectador cuando se halla liberado de la tensión del tumulto. Al 'principio creí que se trataba de una exposición puramente plástica, habitualmente en formatos bien dispuestos y montados sobre muros, empero resultó sorprendente encontrarme con una sala que parecía la esfera celeste reducida por una oscuridad zaherida de zigzagueantes líneas de luz. En el momento imaginé a Reverón semidesnudo a pleno sol, con el mar de Macuto a la cintura, tratando de atrapar en su lienzo la fulguración de la luz. Me imaginé también a Soto aprehendiendo la lluvia en sus penetrables silentes o el -aguacero reventando sobre el techo de metal en sus penetrables sonoros. ¿Pensaría Magdalena en algo semejante? ¿Pensó acaso congelar de alguna manera óptica los fucilazos rayando la noche estremecida por una tempestad lluviosa? La primera impresión, al menos la mía, fue que allí en esa cámara oscura, los rayos de una nube recargada de electricidad, habían sido estéticamente congelados y que sólo restaba integrarle algo así como la micro-vibro-fónica del maestro Antonio Esteves o los-sonidos de otros de su calidad, porque aquí la abra de Magdalena Fernández, más que de contemplación es de percepción, de una percepción que para ojos no educados en este tipo de arte, podría estimularse con ella. Al principio, cuando con ayuda del portero, se transpone el telón, uno se sobrecoge y detiene. Le da cierto temor avanzar, pero luego de dilatar las pupilas y familiarizarse con la opacidad del ambiente frío y cerrado, se decide lentamente por los espacios libres que limitan las quebradas líneas de luz desprovistas de resplandor y que se ven suspendidas sin perder su concatenación. Yo estuve acompañado de un niño y como éste se quedó casi petrificado a la entrada, lo cargué y me desplacé con él como quien irrumpe en un ambiente sideral. Luego cuando salí al jardín del Museo, el niño salió corriendo y se internó en los penetrables silentes. No sabía qué decir, pero se le notaba que había vivido una experiencia extraña y sorprendente. La exposición de Magdalena Fernández es así, extraña y sorprendente, y puede ubicarse dentro de un arte óptico que busca otra perspectiva, la del abstraccionismo objetivo, q u e es naturalmente, el mismo campo del Maestro Jesús Soto, de allí que haya sido acogida esta obra espectacular en la Sala Múltiple del propio Museo. Era su segunda instalación en el año i997. Nunca anteriormente tuve la oportunidad de estar ante la obra de la caraqueña Magdalena Fernández. Era la primera vez que me ubicaba frente a ella, por lo menos, f rente a la que fue instalada en la Sala Múltiple del Museo y la cual precisa el crítico de arte Luis Pérez Dramas como una síntesis de todas las variantes de sus investigaciones. Las investigaciones de Magdalena Fernández, según su ficha, se iniciaron en 1991 cuando expuso individualmente por primera vez. Esta del Museo Soto sería la quinta individual. Antesala de la IV Bienal de Guayana. Una disección técnica y estética-filosófica de la obra de Magdalena Fernández la hace, en su presentación, el crítico de arte Luis Pérez Dramas, la cual nos lleva a conocer con cierta claridad la intríngulis de la misma. Se trata, en este caso, de la síntesis de una obra sin interferencia espacial que nos sumerge, como sumergido está la artista en el abstraccionismo óptico de la tradición cinética que, como denota su crítico en un principio fue de ilusiones y espejismos visuales, pero que Magdalena intenta hacer objeto sin dejar de ser fascinante. (AF).